Voy a intentar hacer una breve reflexión en
voz alta, más bien voy a desgranar a través de estas letras algo de lo que
durante estos días ha pasado por dentro de mí.
Es un largo camino viviendo año tras año los
acontecimientos que en torno a la Pascua, la Iglesia y este mundo nuestro han
ido poniendo para acercarnos al Misterio de nuestra Salvación. En cierto modo
considero que yo había entrado en una especie de rutina, repitiendo cada año
más o menos lo mismo, trabajando con ahínco e inquietud para que las
celebraciones fueran lo más perfectas y cercanas al pueblo en lo que a mí
concernía. Fuera de mí, desde Navidad
escuchaba a diario la permanente música de fondo que las cofradías con
sus tambores y sus trompetas lanzaban al aire de toda la ciudad. Se acercaba la
Semana por excelencia del calendario cristiano y en el ambiente en el que yo me
movía todo olía a procesiones, pasos, música, desfile...
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Un momento de la celebración de la Vigilia Pascual en el Seminario. |
Pues
bien, este año no he escuchado nada de todo eso. Tras una larga Cuaresma en la
que he podido contemplar la austeridad de un pueblo cristiano que cree de veras
todo lo que vive y que lo vive con intensidad, llegan los días más destacados,
el Triduo Pascual, abierto solemnemente con el Domingo de Ramos. No observo
ningún tipo de boato externo, aunque sí se dejan oír las constantes
manifestaciones de fe que a través de la oración y las canciones el pueblo va
expresando. Es cierto que a lo largo de toda la Cuaresma he ido participando en
el Vía Crucis semanal, en el que la gente manifestaba su espíritu de
sacrificio, pero me llega muy adentro el Gran Vía Crucis del Viernes Santo,
austero, multitudinario y silencioso a la vez, en el que todos, niños, jóvenes,
adultos (y no puedo decir ancianos porque no los hay) sólo se preocupan de lo
que llevan entre manos, es decir, de acompañar a Jesús en un camino difícil,
para nosotros casi imposible, de
entrega, de amor y de ternura. Como único acompañamiento dos cruces, una grande
que parece presidir y otra un madero pesado que algunas personas van
arrastrando. El resto lo forman todos los participantes que con verdadero
espíritu oran con fuerza, dejando escuchar sus cánticos y plegarias. Las
reflexiones a cada estación la gente las vive en un silencio total. Una no
entiende qué es lo que están diciendo, pero es como si lo entendiera todo. Esta
vez no necesito texto en español, el ambiente, el clima creado entre todos, es suficiente para entrar en el misterio.
Quiero
destacar también la Gran Vigilia Pascual del Sábado. Nosotras participamos en
dos lugares distintos. Carmen y Luisa van a la Parroquia donde comparten con el
pueblo una larguísima ceremonia que termina a las 4,20 del domingo. Según
cuentan, hay unas cuantas personas entre niños y adultos que reciben el
Sacramento de Bautismo y la comunidad lo celebra con mucha alegría. Ilu y yo
optamos por ir al seminario y rezar en inglés, que por lo menos entendemos un
poco mejor. Hay un ambiente muy familiar y participan también un grupo de unas
40 chicas jovencitas. Pero lo que yo quiero destacar es el espíritu de la gente
a quien no le importa el tiempo empleado sino lo que ahí se está viviendo. Es
la celebración más importante de todo el Año Litúrgico y como tal hay que
celebrarla. Cómo me gustaría que todos los cristianos llegáramos a
descubrir su valor y la viviéramos tal y
como se merece.
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Otro momento de la celebración de la Vigilia Pascual |
Todos
los días han sido importantes, pero he querido destacar estos dos momentos por
lo que para mí han significado. A todos los que leáis el blog os deseo una
feliz y santa Pascua de Resurrección. Que Jesús resucitado colme las
aspiraciones más grandes que cada uno albergamos dentro de nuestro corazón.
Simplemente.... emocionante leerte. Un beso muy fuerte y Feliz Pascua de Resurrección para todas!!!
ResponderEliminarMuy diferente verdad?
ResponderEliminarHaces que sintamos envidia....., al menos por mi parte.
Un abrazo