Hoy, 26 de Enero, es el día de la república y
en todos los lugares se celebra con mucha intensidad e ilusión. Los días
previos han estado marcados por una recia preparación. Todo el mundo había de
ensayar sus desfiles y también sus puestas en escena. Nuestro profesor de
télugu nos invitó hace días a vivirlo con ellos en su escuela desde las 7,30 de
la mañana y a comer después a casa de su mamá. A nosotras nos daba un poco de
apuro porque somos cuatro y la comida vale dinero, el cual no es muy abundante
en el medio en el que nos movemos. La insistencia fue tan grande que nos vimos
obligadas a aceptar.
Llegada la mañana de hoy nos damos cuenta de que no podemos asistir con puntualidad a la cita puesto que participamos en la Eucaristía presidida por el Sr. Obispo en otra de las escuelas, y terminamos un poco tarde. Nosotras nos sentíamos un poco mal porque no íbamos a cumplir con la palabra dada, pero al llegar a la escuela nos han acogido con cariño e ilusión, nos han regalado una de las cuelgas de flores, signo de bienvenida y alegría y allí hemos terminado la función con el júbilo de esta gente tan maravillosamente acogedora y un amplio disparar de fotografías que les hace tanta ilusión. Posteriormente las hermanas nos han invitado a desayunar.
Nuestro
profesor, muy solícito, enseguida nos ha conducido a su casa, hogar en el que
viven la mamá, los tres hijos con sus respectivas esposas y las pequeñitas nietas.
Al entrar en la casa, enseguida nos ha ofrecido agua para lavarnos los pies,
gesto precioso que recordaba el Evangelio, cuando en la tierra de Jesús al
llegar a algún lugar después de recorrer los caminos polvorientos también se le ofrecía al caminante agua para
quitarse el polvo y descansar. Y es que aquí los caminos tienen el mismo estilo
y con el calor se hace una especie de barrillo, por lo que los pies agradecen en gran manera una
fresquita regada. Además para entrar descalzas en la casa habíamos de estar un poco
limpias.
La acogida ha sido maravillosa. Enseguida han traído las sillas para que nos sentáramos y estuviéramos cómodas. Luego nos han enseñado fotos de cuando el profe y su hermano gemelo se casaron y después nos han mostrado su forma de preparar la comida: un magnífico arroz con pollo y lo mejorcito que podían tener.
Todo
preparado y dispuesto, y nuestra primera clase práctica para aprender a comer
en la India. Así se lo hemos hecho ver a ellos y se reían un montón. Hasta
ahora, en todos los sitios que habíamos estado nos habían puesto sillas a la
mesa y cubiertos, aunque la verdad es que siempre nos sentíamos extrañas al ver
a todo el mundo comer de forma diferente. Pues bien, hoy las cosas como son.
Bien sentaditas en el suelo, con achaques o sin ellos ( da igual), un buen
plato de arroz con pollo y su sabroso picante y manos (torpísimas manos) en
acción. A alguna le han tenido que ofrecer un cojín porque no llegaban al suelo
desde su maravillosa posición y estilo de estar sentada.
La verdad es que comer con la mano como lo hacen ellos de forma tan discreta, sin mancharse y hasta con elegancia, no es asunto fácil y hoy lo hemos podido comprobar. Al principio nos daba apuro, casi vergüenza, máxime cuando estaban delante y no comían. Luego les hemos insistido mucho para que se sentaran a comer con nosotras y cada mujer ha servido a su esposo, y a comer hombres y niñas; las mujeres lo harían después. También en su momento nos iban acercando el jarrito de agua para que nos lavásemos la mano con la que habíamos comido. Se ha creado un ambiente muy bonito y distendido, hemos hablado como hemos podido (con suerte porque casi todos hablaban en inglés), hemos reído, hemos hecho fotos y todos hemos disfrutado un montón. Ellos estaban muy agradecidos de que hubiéramos ido, además nos han hecho saber lo importante que había sido el que un día en que nuestro profe había venido a la clase sin comer nosotras le hubiéramos dado comida. Al marchar nos pedían que rezáramos por ellos. Les hemos dicho, tal y como lo sentíamos que cada día estarán en nuestra oración, que los sentiremos como nuestra propia familia. Qué alegría tan grande les ha producido.
La verdad es que comer con la mano como lo hacen ellos de forma tan discreta, sin mancharse y hasta con elegancia, no es asunto fácil y hoy lo hemos podido comprobar. Al principio nos daba apuro, casi vergüenza, máxime cuando estaban delante y no comían. Luego les hemos insistido mucho para que se sentaran a comer con nosotras y cada mujer ha servido a su esposo, y a comer hombres y niñas; las mujeres lo harían después. También en su momento nos iban acercando el jarrito de agua para que nos lavásemos la mano con la que habíamos comido. Se ha creado un ambiente muy bonito y distendido, hemos hablado como hemos podido (con suerte porque casi todos hablaban en inglés), hemos reído, hemos hecho fotos y todos hemos disfrutado un montón. Ellos estaban muy agradecidos de que hubiéramos ido, además nos han hecho saber lo importante que había sido el que un día en que nuestro profe había venido a la clase sin comer nosotras le hubiéramos dado comida. Al marchar nos pedían que rezáramos por ellos. Les hemos dicho, tal y como lo sentíamos que cada día estarán en nuestra oración, que los sentiremos como nuestra propia familia. Qué alegría tan grande les ha producido.
La sencillez y la acogida de este pueblo cada vez nos sorprende más. Dan y comparten todo lo que tienen. ¡Cuanto tenemos que aprender! Es preciso abrir los ojos cada día y descubrir que lo mejor está siempre por llegar porque un día supera al anterior. Ojalá cale en todas nosotras la hospitalidad de esta gente sencilla que da y se da, y sabe disfrutar de la alegría del hermano o la hermana que acepta entrar en su hogar.