Han sido semanas de mucho calor, pero el
culmen térmico se presentó precisamente cuando nosotras regresamos de Chennai.
Las dos primeras semanas fueron un verdadero hervidero en nuestro estado.
Seguro que las noticias de los muertos dieron la vuelta al mundo, y no era para
menos. Nosotras sufríamos el calor, pero estábamos bien alimentadas y podíamos
hidratarnos continuamente, por lo que conseguimos superar esos momentos tan
adversos. Pero hubo muchas personas que dejaron la vida en esas circunstancias
tan difíciles porque sus condiciones de vida no son nada fáciles en el día a
día. Hablar de miles de muertos por la ola de calor no es cualquier cosa y sabemos
que hubo gente en nuestros países que temió por nuestras vidas.
Tranquilos, todas nosotras estamos bien, aunque el desgaste que supone someterse a temperaturas que llegan a los 50º es algo serio. Voy a tratar de plastificarlo un poco y expresar, aunque sea torpemente, las sensaciones que nosotras percibíamos a lo largo del día. Durante unas cuantas jornadas la temperatura no bajaba de los 42º en toda la noche, con lo que el aire no podía renovarse y todo quemaba a nuestro alrededor. Nuestro pasillo por las tardes se ponía a 48º, así que cuando una se sentaba, la silla echaba fuego; si trataba de acostarse, no había centímetro en la cama que no ardiera. Yo personalmente dormía, más bien intentaba dormir con la botella de agua congelada a la espalda. A menos de media hora comenzaba a descongelarse y una ni se enteraba de que era portadora de frío porque al contacto con tanto calor sucedía algo que yo jamás había imaginado (mi experiencia hasta entonces era que lo helado al contacto con el calor daba mucho frío) y es que parece que se neutralizaba y no sentía el frío. Son sensaciones nuevas. Cuando abríamos el grifo el agua quemaba, salía prácticamente hirviendo, con lo que los baños no aliviaban demasiado. Al poner en marcha el ventilador, la habitación parecía un hervidero con una olla express que desde arriba iba soltando su vapor. Bueno... y a sí sucesivamente. Seguro que después de todo esto nuestros cuerpos se han fortalecido.
Tranquilos, todas nosotras estamos bien, aunque el desgaste que supone someterse a temperaturas que llegan a los 50º es algo serio. Voy a tratar de plastificarlo un poco y expresar, aunque sea torpemente, las sensaciones que nosotras percibíamos a lo largo del día. Durante unas cuantas jornadas la temperatura no bajaba de los 42º en toda la noche, con lo que el aire no podía renovarse y todo quemaba a nuestro alrededor. Nuestro pasillo por las tardes se ponía a 48º, así que cuando una se sentaba, la silla echaba fuego; si trataba de acostarse, no había centímetro en la cama que no ardiera. Yo personalmente dormía, más bien intentaba dormir con la botella de agua congelada a la espalda. A menos de media hora comenzaba a descongelarse y una ni se enteraba de que era portadora de frío porque al contacto con tanto calor sucedía algo que yo jamás había imaginado (mi experiencia hasta entonces era que lo helado al contacto con el calor daba mucho frío) y es que parece que se neutralizaba y no sentía el frío. Son sensaciones nuevas. Cuando abríamos el grifo el agua quemaba, salía prácticamente hirviendo, con lo que los baños no aliviaban demasiado. Al poner en marcha el ventilador, la habitación parecía un hervidero con una olla express que desde arriba iba soltando su vapor. Bueno... y a sí sucesivamente. Seguro que después de todo esto nuestros cuerpos se han fortalecido.
Pues
bien, un buen día amaneció muy nublado y cuando volvimos de la Eucaristía el
cielo se empezaba a encapotar a mayor velocidad, con lo que pronto estuvo el cielo
totalmente negro.. De repente se levantó un fuerte viento acompañado de una
lluvia torrencial. Nuestra primera reacción fue salir a la calle a recibir la
tan ansiada lluvia que nos iba a refrescar un poco. Disfrutamos como chiquillas
acogiendo en nuestros cuerpos el líquido elemento que tanto se había hecho esperar.
Gritamos, cantamos, estiramos nuestros cuerpos y abrimos nuestros brazos en
señal de acogida. Creíamos que
llegaban los monzones y que el panorama iba a cambiar radicalmente. No fue así.
La mañana estuvo un poco más fresca, pero llegó la tarde y el amigo sol se
encargó de calentar aquello que la hermana agua había refrescado un poco.
Nuestro gozo en un pozo, pero agradecimos
ese pequeño respiro. A lo largo de la semana pasada ha habido alguna tormenta
que ha ayudado a bajar un poco las altas temperaturas, pero de recibir a los
monzones parece que todavía nada. Dicen las gentes del lugar que este año es
diferente y que van a tardar un poco en venir y van a ser más suaves y más
cortos. Esperemos que las cosas vayan cambiando poco a poco.
Ahora
la temperatura es bastante más suave, aunque todavía sigue el calor. La
diferencia es que por la noche baja y de día la máxima está en 39º o 40º.
Ya veis, uno se va haciendo a lo que le toca.
Son pequeños cambios, pero nos ayudan a mantener la esperanza de que un día no
muy lejano esto va a cambiar.